« El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas.
[...]
Tu vara y tu bastón me infunden confianza».
¿Qué les ha pasado a la vara y al bastón del Buen Pastor, Aquel que « nos hace descansar en verdes praderas, nos conduce a las aguas tranquilas y luego prepara ante nosotros una mesa frente a nuestros enemigos »?
Él nos brinda el pasto de las ovejas que corresponde a la « leche », comida delicada para los que aún no Le conocen; pero después ofrece también la « comida sólida » de la mesa que prepara para los que se vuelven adultos en la Fe ('adultos' cada día más, es decir).
La Sabiduría también mezcla agua con vino en dosis diversas según la necesidad: aumenta el agua para una enseñanza más humanizada pero añade una mayor cantidad de vino para quienes contemplan Su gloria.
El Buen Pastor se caracteriza precisamente por saber usar- ora la vara: la sólida firmeza, la autoridad, la enseñanza, el gobierno, la palabra que instruye y la que regaña;
- ora el bastón, el palo utilizado tanto para defender a sí mismo y al rebaño de los asaltos de bandidos y lobos como para sostener a los corderos que todavía no están firmes sobre sus patas, por arduos terrenos. Y por tanto el apoyo, el socorro en las dificultades, el sostén para que no se tropiece ni se caiga.
(Sentimos, por ejemplo, la falta de una voz firme y clara sobre la ideología del género y las implicaciones que ésta conlleva: el más serio vulnus antropológico que se perfila en el horizonte a nivel global, del que el que es Sucesor de Pedro, pero sobre todo Vicario de Cristo en la tierra, no habla –así como también calla sobre los muchos extravíos en el mundo de la bioética).
La desistencia del gobierno implica la breviatio manus Domini (Is 59, 1: « No, el Señor no es corto de mano para salvar »), como recordaba Romano Amerio. Esto sucede cuando no se remueven los errores de la esfera doctrinal, rechazando las argumentaciones erróneas y mostrando que no son convincentes.
« … el hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, proyección de nuestros deseos de felicidad, algo que nos satisface únicamente en la medida en que queramos hacernos una ilusión. O bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios en nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad al camino de la vida ». (Lumen Fidei, 24)
La ternura separada de la justicia y la firmeza de la autoridad no forma a nadie. Es necesaria para acoger, seguir, pero luego también hay que formar e 'instituir', como lo hizo el Señor: los llamó e instituyó a Doce de ellos (Mc 3, 13-19), los primeros de su ejército de sacerdotes hasta el fin de los tiempos. La firmeza, propia de quienes ejercen autoridad (que no se debe confundir con el autoritarismo): Jesús no dialogaba, sino que enseñaba con autoridad. Sin la vara –la autoridad y la fuerza de la Verdad que es inseparable del Amor– ¿quién nos va a defender de los asaltos de la mentira, de las lisonjas de las ideologías, de los falsos mesianismos? Luego, también necesitamos el bastón, eso es la Caridad con la cual se nos vuelve a levantar cada vez que caigamos, experimentando que el mal nunca tiene la última palabra, sino que nuestro Señor nos salva y transforma.
El Santo Padre Benedicto XVI dijo a este respecto:
«Tu vara y tu cayado me sosiegan»: el pastor necesita la vara contra las bestias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los lugares difíciles. Las dos cosas entran dentro del ministerio de la Iglesia, del ministerio del sacerdote. También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen. Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transformarse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder caminar por senderos difíciles y seguir a Cristo. (Benedicto XVI, Homilía de Conclusión del Año sacerdotal).
También la Iglesia, que en el tiempo y el espacio perpetúa la obra del Buen Pastor, debe poder y saber utilizar tanto la vara como el bastón. Es por eso que el Papa, en lugar del báculo pastoral de los obispos lleva la ferula pontificalis, pues también es el pastor de los pastores.
Pidamos al Señor la gracia de ver cómo Él utiliza, por medio de la Iglesia y su Sumo Pontífice, tanto la vara como el bastón.
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[Traduzione a cura di Chiesa e post-concilio]
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[Traduzione a cura di Chiesa e post-concilio]
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