El cardinal Kasper y todos los matones de Bergoglio, movilizados para el Sínodo de la Familia, son absolutamente lógicos y perfectamente coherentes con los principios sobre el ecumenismo introducidos por el Concilio al proponer un nuevo acercamiento ‘pastoral’ al matrimonio. Con la aserción de que « le corresponde a la Iglesia reconocer las semillas del Verbo esparcidas más allá de sus fronteras visibles y sacramentales », vuelven al escenario el párrafo 22 de la Gaudium et Spes [aquí - italiano y aquí - español] y esos elementos de eclesialidad que supuestamente existirían también fuera de la Iglesia. Es lógico y consecuente, pues, pasar del ecumenismo eclesial al ecumenismo matrimonial: según ellos habría entonces elementos del matrimonio cristiano fuera del sacramento. Se contempla de hecho la posibilidad –en conformidad con lo que el Concilio ha hecho con las demás profesiones cristianas e incluso con las religiones no cristianas– de reconocer « elementos positivos » hasta en « formas imperfectas » como el matrimonio por el juzgado y la convivencia. Todo eso en la total ausencia de elementos objetivos de juicios morales, mientras que el no oponerse al mal sino adecuarse a él cabe ahora en la definición –según el nuevo lenguaje de madera– de “valiente elección pastoral” y en el marco de la virulencia revolucionaria que se engendra y que podrá abrir ulteriores escenarios hasta ahora inimaginables.
Pero ahora hay algo más en juego: ya no se considera la homosexualidad un pecado –aún menos el que grita venganza a Dios– ni una tendencia desordenada, al ser contraria a la ley natural, sino que se les reconoce a las relacionas que ella instaura una posible tensión hacia el bien que tiene el derecho de acogimiento pastoral y protección jurídica. Sin embargo, si se quiere individuar aspectos positivos en una unión contra natura y si un pecado grave cesa de ser tal, como recuerda Roberto de Mattei:
es el propio concepto de pecado que desaparece, y vuelve a asomarse el concepto luterano de misericordia anatemizado por el Concilio de Trento. En los cánones sobre la justificación promulgados el 13 de enero 1547 se lee: « Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la con-fianza de la divina misericordia » (can. 12); « que Cristo Jesús fue por Dios dado a los hombres como redentor en quien confíen, no también como legislador a quien obedezcan » (can. 21); « que no hay más pecado mortal que el de la infidelidad » (can. 27), « sea anatema ». [aquí - italiano]
Las noticias que se han colado por los medios de comunicación han aumentado la confusión, pues ahora el Sínodo mediático influencia a muchos sacerdotes modernistas que ya aplican sus aperturas “pastorales” ajenas a la doctrina, al mismo tiempo que muchos fieles descarriados las pretenden también de sacerdotes que quedan todavía firmes en sus principios perennes. La desorientación la incertidumbre acerca de los desarrollos futuros –si queremos ser realistas al descifrar las señales de lo que ha pasado hasta ahora– reinan soberanas. Desgraciadamente la ruptura, reconocida por muchos, es innegable.
Tampoco se puede subestimar el que, si es cierto que junto con 470 “modos” (eso es las propuestas de enmendación presentadas) el texto de la relación final –muy enmendado en comparación con la relación post disceptationem– reporta también los puntos que no han obtenido la aprobación sinodal, entonces ésta es una victoria pírrica. Pues por voluntad de Bergoglio, la versión actual de la Relatio final ha sido enviada ya a las conferencias nacionales como modelo de referencia para el 2015. Entonces los juegos quedan abiertos, incluso para las cuestiones que no deberían siquiera ser objeto de discusión.
Ya es tiempo que los pastores que no se han adecuado a este estado de cosas hablen. Todos. El Papa se ha apuntado ya los nombres de los disidentes, hemos visto también con qué resultados (el caso del Cardenal Burke, por ejemplo, junto a los recientes, repentinos nombramientos ad hoc para influenciar los trabajos). Hasta que no se manden nuevas purgas, es oportuno que todo pastor –hasta los que no están envueltos directamente en la conferencia sinodal– se exprese y esté presente lo más que pueda también en los medios de comunicación, para reparar los daños hechos hasta ahora por los mensajes mediáticos –difundidos urbi et orbi– acerca de aperturas ‘pastorales’ indiscriminadas y para que un número siempre mayor de personas, ab intra e ad extra, esté consciente de lo que este pontificado está haciendo y hacia cuáles desvíos él está llevando a la Iglesia.
¿Cómo tenemos que considerar todo eso si no la obra de demolición de los últimos vestigios de la doctrina católica en ámbito moral y sacramental, que se propone como consecuencia y lógica extensión de las tristemente famosas ‘novedades’ del Vaticano II?
En los abismos abiertos por el bergoglismo a partir de resquicios determinados por ambigüedades que son aplicadas como reglas después de haber sido presentadas como excepciones, reconocemos los frutos del conciliarismo. La praxis ha impuesto una nueva doctrina suplantando –de facto (el de iure ya ha desaparecido [1])– la doctrina auténtica; el presente Papa se puede permitir el lujo de despreciar la Tradición, la “Roma perenne” e incluso su Liturgia [aquí - español]. Eso constituye una diferencia abismal de todos los pontificados posconciliares, a pesar de que todos ellos han introducido desvíos (reforma litúrgica salvaje; Asís y las Alianzas paralelas con los hermanos mayores; la rehabilitación de Lutero...). Pero hemos llegado hoy al redde rationem: pentecostalismo joaquinita, desprecio de la razón y la sana teología, sociologismo, teología de la liberación, liberalización de la sodomía, aceptación codificada del pecado y el error en lugar de la aceptación del pecador (arrepentido o inducido a arrepentirse) y del que yerra (corregido e instruido).
El Sínodo ha sido la ocasión para tumbar muchas máscaras y para poder reconocer unas cuantas personas que todavía anhelan ser fieles. Sin embargo, si estos anhelos no se concretizan en acciones eficaces antes de que las purgas actuales acaben con todo y de que más medidas manipulativas sean introducidas, a lo mejor el daño será irreversible o sólo se podrá sanar a caro precio.
Además no se puede sostener, como algunos intentan hacer, que el Papa sea super partes. El mismo Sandro Magister, uno de los observadores más atentos y objetivos, afirma [aquí - español]:
Además no se puede sostener, como algunos intentan hacer, que el Papa sea super partes. El mismo Sandro Magister, uno de los observadores más atentos y objetivos, afirma [aquí - español]:
No es verdad que Francisco se ha quedado callado durante las dos semanas del sínodo: en sus homilías matutinas en Santa Marta martilleaba todos los días a los defensores de la tradición, los que cargarían sobre los hombres pesos insoportables, los que tendrían sólo certezas y ninguna duda, los mismos a los que ha atacado en su discurso de despedida de los padres sinodales. […] Papa Francisco y su lugartenientes, desde Forte a Spadaro al arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, han pegado en el blanco cuando han logrado hacer entrar este tema explosivo en la agenda de la Iglesia Católica, a sus más altos niveles. Ya veremos lo que va a pasar. Pues la revolución de Bergoglio procede de esta forma, “a largo plazo, sin la obsesión de los resultados inmediatos”, porque “lo que importa es activar los procesos más que ocupar espacio”: son palabras de la Evangelii gaudium, el programa de su pontificado.
No puedo dejar de repetir aquí lo que ya hemos aseverado e invitar de nuevo a los pastores a la parresía: no les faltará el apoyo de la parte sana del rebaño de los fieles, por más pusillus que éste pueda ser. La doctrina es inmutable, la praxis no lo es, sin embargo la praxis pastoral tampoco tiene que contradecir la doctrina: de lo contrario, instalaría una doctrina alternativa disfrazada.
Ahora, la ‘tesis Kasper’ –a la que se han añadido y van añadiéndose nuevas voces revolucionarias– que el mismo Papa ha arrojado a la arena para empezar la batalla de los gladiadores purpurados, contradice totalmente la doctrina. La única actitud coherente que un cardenal o un obispo puede tener es la de condenar abiertamente ya desde ahora, sin más hesitaciones, tanto la tesis de Kaspero como –sobre todo– la tentativa increíble de Bergoglio de someter a un debate lo que no tiene derecho de ser tomado en cuenta, so pena de perder inmediatamente la fe católica. Es ahora, hic et nunc, que los defensores de la Fe deben intervenir públicamente, quizá también con un auténtico libellus accusationis.
SI NO AHORA, ¿CUÁNDO?
Maria Guarini
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[1] Incluso la represión de la Tradición se desarrolla por medio de medidas autoritarias y no en conformidad con el derecho (véanse los casos de los Franciscanos de la Inmaculada y Ciudad del Este), sin razones explícitas o con ardides basados en pretextos. He destacado [aquí], al detallar el Concilio virtual, el real y la hermenéutica falsificada (desde luego, lo mismo se puede aplicar al Sínodo, real y virtual, et alia), cómo la confrontación se vuelva imposible cuando los interlocutores (los que aman la tradición y los innovadores) utilizan marcos de lectura de la realidad distintos: el Concilio, al haber cambiado el lenguaje [aquí - italiano], también ha cambiado los parámetros de acercamiento a la realidad. Y sucede de estar hablando a veces de la misma cosa a la cual, sin embargo, se dan dos significados distintos. Además, la característica principal del estilo comunicativo de los jerarcas actuales es el uso de afirmaciones apodícticas, sin molestarse nunca en demostrarlas, recurriendo a definiciones lagunosas y sofistas. Sin embargo, ni siquiera necesitan demostrar nada, porque la nueva perspectiva y el nuevo lenguaje han subvertido todo ab origine. Y las tesis no demostradas y fluctuantes de la anómala pastoralidad falta de principios teológicos definidos es precisamente lo que nos quita la materia misma del contender. Se trata del avance del flujo mudable, informe, portador de disolución, en lugar de la construcción clara, inequívoca, definitoria, verdadera. Se necesita la incandescente, perenne, fecunda (¡y no museística!) solidez del dogma para no hundirse en los purines y las arenas movedizas del neo-magisterio historicista transeúnte.
1 commento:
Cara Mic,
La tesi di Kasper porta nuova luce sulla diagnose dell'ermeneutica fatta primo per Paolo VI, ripetuta per Giovanni Paolo II e Benedetto XVI. Essi non hanno pensato che un rappresentante dell'ermeneutica della rottura poteva essere elleto Papa. Adesso che questo è accaduto con Francesco sarebbe opportuno scrivere una lettera apperta a Benedetto XVI con il fine di chiedere a lui almeno una spiegazione. È ormai chiaro che il problema non è solo ermeneutico.
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